Presentación
He aquí el primer intento serio de un trabajo de catalogación de más de trescientos veinte autores, ordenados alfabéticamente, que, en tierras de lo que hoy es la Comunidad castellano manchega, han consagrado lo mejor de sus esfuerzos y energías al cultivo de las ciencias del espíritu, principalmente la filosofía y la teología.
Santiago Arroyo Serrano, autor de este ambicioso proyecto, al reunir a tan variadas personalidades, ha tenido el feliz acierto de no haber hecho distinción entre los oriundos de esta tierra y los radicados en ella a lo largo de más de diez centurias. Porque si bien es cierto que el peso principal de la obra gira en torno a los siglos XVI y XVII, con una nómina de autores que casi alcanza la mitad del total de los reunidos en el volumen, el libro recoge también a destacadas figuras de la época visigoda en tierras castellano-manchegas, lo mismo que a los representantes más señalados del pensamiento hispano-hebreo, que florecieron en las provincias que configuran la actual comunidad autónoma.
Se trata, pues, de un gran inventario de buena parte del patrimonio cultural de Castilla-La Mancha, la parte que atañe al pensamiento filosófico-teológico. Con él se nos ofrece una visión sinóptica, panorámica, de lo que ha sido, al correr de los tiempos, prácticamente desde sus orígenes hasta nuestros días, el trabajo realizado por hombres de singular valía en el terreno intelectual.
El autor no sólo recoge, en ordenación alfabética, como se ha dicho, a los más de trescientos autores incluidos en el volumen, sino que de cada uno de ellos nos traza una breve semblanza biográfica, con una somera exposición de su pensamiento y una enumeración de sus escritos.
Destaca sobremanera la cantidad de hombres de Iglesia que figuran en este largo listado que conforma el diccionario. Clérigos del clero secular y del regular. Miembros de los cabildos catedralicios, obispos y, sobre todo, miembros de las numerosas Órdenes y Congregaciones religiosas asentadas en la Región. De no pocas de estas figuras disponemos en la actualidad de ediciones críticas de sus escritos, de excelentes biografías a cargo de alguno de sus hermanos en religión. Pero nunca se había intentado y menos llevado a cabo, la confección de un verdadero catálogo que reuniera toda una pléyade de hombres ilustres como los que incluye el libro de Santiago Arroyo.
Nuestro autor ha tenido la suerte de contar con un precedente singular. El mismo lo reconoce en su Introducción. Me refiero a la monumental obra de Gonzalo Díaz Díaz que con el título de Hombres y Documentos de la Filosofía Española, ha sabido recoger en los siete volúmenes de que consta la obra, la práctica totalidad de los autores españoles que de algún modo se han dedicado al cultivo de la filosofía. La obra de Gonzalo Díaz le ha servido de ayuda y guía, en no pocos casos. No se puede negar, pero Santiago Arroyo ha sabido rescatar del olvido e incluir en su diccionario a más de sesenta autores que no figuran en los gruesos volúmenes de Gonzalo Díaz. Lo cual constituye un mérito singular.
La obra de Santiago Arroyo es mucho más que un trabajo de catalogación, un inventario de los autores que han cultivado la filosofía y la teología en Castilla-La Mancha. Es un libro de afirmación de una tesis muy importante que bien pudiéramos resumir en unas pocas palabras que su autor deja escritas en la Introducción: “A pesar de la dificultad que entraña descubrir una filosofía de Castilla-La Mancha, estamos dispuestos a afirmar la existencia de una filosofía enCastilla-La Mancha”. Lo que plantea el problema de la existencia de una modalidad de pensamiento filosófico característico de nuestra Región.
Esta tesis, no siempre entendida correctamente, requiere para su verificación, de un detenido trabajo previo de análisis bibliográfico, la recogida de todos los materiales existentes, la recuperación de las obras filosófico-teológicas del pasado, para someterlas a un riguroso examen que nos permita con razones fundamentadas sostener o no la existencia de una filosofía de Castilla –La Mancha o en Castilla-La Mancha.
Cuestión esta que entronca plenamente con los diversos movimientos que se vienen realizando en otras Comunidades autónomas similares a la nuestra, que luchan por poner de manifiesto la riqueza cultural filosófica de su pasado y presente. Y en este contexto quiero hacerme eco de lo que señala Santiago Arroyo al remarcar que posiblemente si en la Universidad regional se hubiera creado en su momento una Facultad de Filosofía, contaríamos en la actualidad con un buen número de estudios monográficos sobre los filósofos castellano-manchegos. Lo cual creo que cuadra perfectamente con los hechos que nos ponen de manifiesto otras Universidades de las mismas características que la nuestra, que destacan en sus Servicios de Publicaciones con el número de trabajos publicados sobre autores de sus respectivas regiones.
De todas maneras, hay que reconocer que son varios los castellano-manchegos que trabajan en otras universidades españolas, que desde hace algún tiempo, dedican sus esfuerzos a la labor de reivindicar y recuperar la memoria y la obra escrita de alguno de sus paisanos del pasado. Esto explica que cada día sean más las investigaciones que en forma de tesis doctorales o de trabajos premiados en concursos, tengan por objeto de estudio cuestiones o personajes relacionados con la filosofía de y en Castilla-La Mancha.
En relación con lo anterior, cabe hacer mención especial del trabajo premiado del profesor Serafín Vegas, castellano manchego de la provincia de Toledo y catedrático de la Universidad de Alcalá, lo que es lo mismo, de una universidad ligada entrañablemente a los destinos de nuestra Región.
Serafín Vegas viene estudiando estos temas desde siempre. Pero su monografía sobre La Historia del PensamientoCastellano – Manchego, desde los años finales del siglo XI hasta el siglo XVII (1988), marcó un hito importante en su momento y sigue siendo una obra de referencia básica para todo estudioso del pensamiento de Castilla-La Mancha.
Santiago Arroyo argumenta bien al decir que “la filosofía se hace en la historia, en una lengua, en un momento histórico y situaciones determinadas”. Así es. Por ello nada mejor que animar a nuestro autor a proseguir con el mismo empeño y tesón en el camino emprendido, en la seguridad de que cuando se conozca lo ya hecho y puesto de manifiesto en este importante volumen, muchos serán los que comenzarán a creer en la gran capacidad creadora de nuestros pensadores castellano-manchegos, ignorados las más de las veces. Cuando uno se detiene a examinar la cantidad de filósofos o teólogos que, por ejemplo, salieron de las provincias de Cuenca o de Toledo, en los siglos XVI y XVII, se queda gratamente sorprendido. Nuestra ignorancia del pasado no justifica la pasividad con que se ha actuado hasta la fecha. Es hora de reclamar una atención que no se ha prestado a un colectivo tan importante de filósofos y teólogos como los que han salido de Castilla-La Mancha.
Termino con un texto de Serafín Vegas en apoyo del gran esfuerzo realizado por Santiago Arroyo: “Desde que España ha optado por el modelo del Estado de las autonomías, las diferentes regiones y comunidades autónomas han promovido todo tipo de investigaciones históricas, conscientes de que el pasado de los pueblos condiciona su presente y es, al mismo tiempo, un elemento básico de la constitución y consolidación de la conciencia autonómica”.
A la vista de todo ello, no me queda más que felicitar a Santiago Arroyo por su dedicación al estudio de la filosofía de y en Castilla-La Mancha, como da fe este interesante y valioso diccionario de autores castellano-manchegos.
Raimundo Drudis Baldrich